RESEÑA DEL "VIAJE ALREDEDOR DE MI CUARTO", POR ENRIQUE VILA-MATAS
Reseña publicada en El País, Babelia, 2 de enero de 2010. Puede accederse al original en este enlace.
EL VIAJE ALREDEDOR | |||||||||||
El invierno pasado, iba caminando con paso rápido
bajo los animados pórticos de la Vía Po de la ciudad de Turín. Hacía
frío y buscaba refugiarme en algún café cuando alguien me dijo que en
una habitación de aquella vieja calle, en el invierno de 1794, Xavier
de Maistre había escrito Viaje alrededor de mi habitación.
Encontré raro que existiera un lugar físico en
el que se hubiera escrito un libro que siempre había considerado
exclusivamente un viaje mental. Nunca imaginé que podía existir una
habitación de verdad en Viaje alrededor de mi habitación. Y,
además, había olvidado que había sido escrito en Turín. Hacía ya muchos
años que había perdido mi ejemplar de la colección Austral (recuperado
hace unos meses) y la obra del conde de Maistre era para mí más un
título sugerente que una obra. Aquel día, me chocó enormemente que la
habitación de Viaje alrededor de mi habitación pudiera
convertirse en mi circunstancial refugio del frío. Era como si me
invitaran a repetir el viaje del exterior al interior que en su momento
realizó Xavier de Maistre cuando, por haberse batido en duelo, se vio
castigado y confinado por las autoridades militares a permanecer
cuarenta y dos días en la distinguida serenidad de aquel cuarto, hoy ya
mítico en la historia de la literatura. Mítico, en parte, por Borges,
que para estas cosas casi nunca falla. ¿O no nos ocurre con frecuencia
que, al cruzar por un mito literario, descubrimos que ya pasó antes
por allí la sombra borgiana y le dio un último toque de gracia?
En su cuento El Aleph, Borges hace que
el libro del conde de Maistre aparezca de una forma lateral, pero
suficiente, porque colabora en la comprensión del relato de esa
experiencia mística (la revelación de una totalidad fantástica) que
ofrece al lector dos modos de referir el asombro de ver más.
Por un lado, Carlos Argentino Daneri, una especie de Dante venido a
menos, ha estado utilizando el Aleph (pequeña esfera tornasolada que
permite ver la simultaneidad del universo) para escribir un monstruoso
poema en el que menciona, con patoso esnobismo francés, Voyage autour de ma chambre.
Por otro lado, el personaje llamado Borges dice que, al ver el Aleph,
temió que en el mundo no le quedara ya una sola cosa más capaz de
sorprenderle tanto. Carlos Argentino y Borges parecen una copia de la
Bestia y el Alma que, antes de la invención del psicoanálisis, creó el
conde de Maistre para que combatieran a brazo partido en su cuarto
turinés: “El gran arte de un hombre de genio es saber educar bien a su
bestia para que pueda ir sola, mientras que el alma liberada de esta
penosa relación, puede elevarse hasta el cielo”.
En el capítulo treinta y siete del libro de
Xavier de Maistre encontramos precisamente un tímido Aleph que pudo
preceder al de Borges: “Desde la última estrella situada más allá de la
Vía Láctea, hasta los confines del Universo, hasta las puertas del
caos, he aquí el vasto campo por donde paseo a lo largo y ancho, y con
toda tranquilidad, pues carezco por igual de tiempo y de espacio”.
No lo dudemos más. Desde nuestro cuarto
habitual, sin salir a calle alguna, nos ha sido dado el gran don (que
tantas veces olvidamos) de ver la esfera que permite ver la
simultaneidad del universo. Ese don contribuyeron a divulgarlo las
páginas de ese pionero viaje alrededor de su cuarto que realizó Xavier
de Maistre, nacido en Chambéry, y testigo de una época de grandes
cambios para su patria saboyana, cambios que llevaron a este noble a
ganarse la vida modestamente como pintor de paisajes en San
Petersburgo. Xavier fue hermano menor del famoso y temido Joseph de
Maistre, reaccionario sin fisuras. El crítico parisino Sainte-Beuve,
gran propagandista del Voyage autour de ma chambre, define a
Xavier como un hermano menor contento de serlo y como un hombre,
además, de gran ingenuidad y encanto: “El hombre más parecido
moralmente a sus obras que imaginar quepa: ingenuo, sorprendido,
dulcemente
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astuto y sonriente, sobre todo bondadoso,
agradecido y sensible hasta las lágrimas en su primer frescor; en
definitiva, un autor que se parece tanto más a su libro por cuanto
nunca pensó en ser un autor”.
No pensarse a sí mismo como autor le facilitó el
éxito. Y quizás explique en parte la frescura y agilidad que el texto
–en la estela shandy de su admirado Laurence Sterne y su celebrado Viaje sentimental_
ha conservado. Se da la circunstancia de que este autor, que ignoraba
serlo, estuvo en una sola ocasión en París, cuando ya tenía más de
setenta años y quedó muy sorprendido al saber que allí era muy famoso y
le adoraban. A los parisienses les había hechizado la originalidad de
aquel viaje inmóvil y la ligereza cervantina del libro. Y él ni se
había enterado. Había vivido años en Rusia sin saber que en Francia
había producido estragos su viaje craneal. De hecho, le paraban por las
calles de París y le preguntaba la gente de dónde había surgido aquel
texto tan sorprendente. De un encierro, decía generalmente el conde,
cabizbajo. Pero un día se le iluminó el rostro. El encierro le había
conectado con el Universo entero, llegó a confesar.
Proust, Liz Themerson, Perec, Stevenson (la Bestia y el Alma del cuarto turinés se reflejan en Dr. Jeckyll and Mr. Hyde)
amaron los resultados literarios de aquella conexión con el espacio
universal y parodia inteligente sobre la narrativa de viajes
extraordinarios. Escribió el conde aquel libro –obra maestra de la
levedad- a la manera de un relato autobiográfico en el que alguien, con
la excusa, por ejemplo, de describir su escritorio, cuenta básicamente
el asombro de ver más. No se sabía todavía por aquel entonces
que todo viaje, por muy innovador que fuera, siempre creaba sus
precursores. En el caso de Viaje alrededor, Lao Tse, fundador
del moderno viaje interior, sería una de las primeras referencias: “Sin
salir de la puerta se conoce el mundo / Sin mirar por la ventana se
ven los caminos del cielo. / Cuanto más lejos se sale, menos se
aprende”. Otro precursor sería el sorprendente Luciano de Samosata, que
hace diecinueve siglos escribió que había llegado a la luna en un
barco y había sido testigo de una guerra espacial entre el emperador de
la luna y el del sol.
Que Viaje alrededor posee la misma
levedad y frescura que estos dos clásicos se ve perfectamente cuando de
Maistre nos dice que no hay nada mejor que seguir la pista a las
ideas, “al modo del cazador que persigue la pieza sin seguir un
determinado camino”. Parecía conocer el vaivén moderno entre
automatización, parodia y renovación: “Por eso, cuando viajo por mi
cuarto, difícilmente sigo una línea recta”. Le movía una poética del
vaivén y una natural prevención por si su viaje inmóvil acababa también
siendo parodiado. El resultado: una imitación del perpetuo movimiento
de la mosca en la habitación, y toda clase de desplazamientos y
pensamientos en zigzag. Y un legado no imaginado para el futuro. Sin
poder ni sospecharlo, estaba preparando el terreno para que nuestro
viaje contemporáneo fuera una sucesión infinita de odiseas de la Vía Po.
Imagino al innovador Xavier de Maistre en el momento mismo de terminar su libro y sentirse más que nunca doble,
dividido entre la Bestia y el Alma. Un impulso misterioso le dice que
necesita del aire y del cielo y decide dar por concluido el viaje:
“Heme aquí preparado; mi puerta se abre; deambulo bajo los espaciosos
pórticos de la Vía Po; mil fantasmas agradables revolotean ante mis
ojos. Sí, aquí está este hotel, esta puerta, esta escalera, me
estremezco de antemano”.
Desde mi cuarto le veo salir a la calle. ¿Es el
final de su viaje lo que le estremece? ¿Cómo encaja el primer golpe de
aire? Lo sepa o no, su parodia de los viajes va a significar un salto
mental, un punto de vista inédito que permitirá a los lectores futuros,
sin salir de casa, el asombro de ver las puertas del caos y la
simultaneidad del universo. El asombro, en definitiva, de ver más.
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ENRIQUE VILA-MATAS El País, Babelia, 2 de enero de 2010 | |||||||||||
· Viaje alrededor de mi habitación. Xavier de Maistre. Funambulista. Madrid, 2007. |
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