PIERRE-DANIEL HUET, ESCEPTICISMO CONTRA CARTESIANISMO
Pierre-Daniel Huet (1630-1721)
Erudito francés de
origen protestante, joven admirador de Descartes y luego crítico por la vía del
escepticismo, pero no adscrito a la corriente libertina sino a la fideísta.
Aún no queda lejos del espíritu cultural de la época cartesiana: obispo,
anticuario, lingüista, helenista y latinista, conocedor del árabe y el sirio,
astrónomo, anatomista, científico y matemático, experto en historia comparada
de las religiones; pero en realidad está más allá a causa del fideísmo en que
basa su crítica a Descartes. Destaca el incisivo escepticismo que dirigió
contra la filosofía de Descartes, y su influencia sobre pensadores posteriores. No hay duda de que la
fama de Huet se resintió de la enorme difusión del cartesianismo, que desplazó
del centro de discusión a las fuertes objeciones que recibió de Huet, situado
en la línea del escepticismo pirrónico (radical).
A grandes rasgos, he aquí su trayectoria intelectual:
- En 1668 descubrió en la biblioteca de Cristina de Suecia un manuscrito de Orígenes, que luego editó.
- En 1670 ayudó a Bossuet en la tarea de educar al heredero francés, el futuro Luis XV.
- Desde 1674 fue miembro de l’Académie, hasta su muerte en 1721.
- En 1676 se ordena sacerdote y ejerce el cargo de obispo.
En sus obras
filosóficas intentó refutar los principios cartesianos, a partir de la crítica
a la falibilidad de la razón. De ellas destacamos:
1689 Censura Philosophiae Cartesianae
1698 Nouveaux mémoires pour servir a
l’histoire du cartésianisme
1723 Traité philosophique de la
faiblese de l’esprit humain
Es un escéptico por la
vía teológica. Intenta refutar los principios en que se fundamenta la reflexión
cartesiana: el cogito y los conceptos de claridad y distinción
como criterios de verdad. Para Huet, el cogito no produce ninguna
certeza completa, no es una evidencia directa, sino el resultado de un
razonamiento susceptible de errores. Para Huet, la verdad sólo puede conocerse a través de la fe (fideísmo).
Su escepticismo no supone una crítica a la fe, sino todo lo contrario, pues la
convierte en alternativa a una razón que no es fiable. La verdad religiosa no
es demostrable, sino que debe ser creída y aceptada, lo que la deja al margen
de la duda sobre la razón. Como señala Ferrater Mora, este camino es peligroso:
al recomendar someterse a la pura y simple creencia, queda en evidencia el
carácter absurdo de la fe religiosa.
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