RUSSELL Y OCKHAM

 NOTAS SOBRE LA NAVAJA DE OCKHAM



Russell aplicará la inducción al análisis matemático, siguiendo los pasos de Ockham: “Inferir premisas de consecuencias es la esencia de la inducción; así, el método seguido en la investigación de los principios matemáticos es en realidad un método inductivo, y sustancialmente le mismo que se sigue para descubrir leyes generales en cualquier otra ciencia” (Russell, La evolución de mi pensamiento..., pág. 281). Ockham intenta recuperar al Aristóteles más puro, liberado de influencias agustinianas y árabes. Así que, sostiene Russell, no es tan moderno como parece, sino que es estrictamente aristotélico.

Russell confiaba en que retrocediendo lo suficiente desde las consecuencias, alcanzaría algunas premisas indudables, siguiendo a Ockham: reducir el número de verdades para evitar el riesgo de error, aplicando la única regla segura en filosofía, que es la reductio ad absurdum, suponiendo que aquella idea que no puede refutarse puede darse por buena, aunque no pueda ser demostrada directa y explícitamente, sino sólo que su negación es una contradicción. Esto permite considerar la realidad de cualquier cosa que no pueda ser refutada, pero teniendo en cuenta que, siguiendo a Ockham, podemos eludir la necesidad de la existencia de todos aquellos entes de los cuales se pueda prescindir, dejando de tenerlos en cuenta si no los necesitamos, aunque no sea posible refutarlos. “Si en alguna ciencia todo puede ser interpretado sin dar por supuesto éste o aquel ente hipotético, no hay razón para suponerlo” (Russell, Historia de la Filosofía, pág. 519). En la física, por ejemplo, “es imposible demostrar que no existen puntos-instantes, pero es posible probar que la física no da ninguna razón, cualquiera que sea, para suponer que existen tales cosas” (Russell, La evolución de mi pensamiento..., pág. 11), así que se puede prescindir de ellas.



Ésta es la conexión entre el criterio de Ockham (no hay que multiplicar los entes si no hay necesidad) y el llamado principio de individuación (si puedo pensar dos ideas separadamente, no es necesario pensarlas unidas y crear un ente nuevo, por lo cual puedo diferenciar una cosa o idea de otra, y sé que una no es idéntica a la otra). Es un problema central en la Escolástica, en el que participa Ockham desde la perspectiva más aristotélica. El problema radica en la posibilidad de distinguir entre las propiedades esenciales y accidentales de las cosas _o las ideas. Las propiedades accidentales son las que la cosa o idea puede perder sin perder su identidad. Pero la cuestión se complica si estamos antes dos cosas individuales que pertenecen a la misma clase o especie. Entonces, ¿en qué difieren?, ¿cómo las podemos diferenciar si su esencia es la misma en ambas cosas?

Aquí barajamos varias opciones:

  • Tomás de Aquino considera que las cosas materiales se distinguen por sus accidentes: no hay dos manzanas iguales. Las cosas inmateriales (ideas) se distinguen por sus esencias: no hay dos esencias iguales, dado que cada esencia es única.
  • Duns Scoto: las cosas materiales también se diferencian en sus esencias, pues si las cosas son distintas, se distinguen por una diferencia cualitativa.
  • Ockham: desde una orientación lógica, diferencia entre los conceptos (o clases, las ideas platónicas, por ejemplo) y las palabras que se refieren a cosas. La idea es que estos niveles no deben mezclarse, es decir, que la lógica no tiene nada que ver con la metafísica, en tanto que sólo se refiere a palabras y no a cosas. Por eso, en lógica, los universales o clases son sólo términos (nominalismo), mientras que en la metafísica se usan tales universales referidos a cosas, como si existieran. Pero los universales no son cosas, no remiten a algo existente, desde un punto de vista meramente lógico. Es el conflicto que aparece cuando consideramos dos cosas semejantes porque comparten la semejanza. “Sócrates es semejante a Platón, pero no en virtud de una tercera cosa llamada semejanza, que es un término de segunda intención y está en la mente” (Russell, Historia de la Filosofía, RBA, págs. 520-521). Por eso Aristóteles señala que el concepto platónico de semejanza o participación es poético. De alguna manera, Ockham parece adelantarse a la teoría de las descripciones o de los tipos de Russell, y a Tarski (diferencia entre lenguaje y metalenguaje) (véanse las paradojas de Russell).
  • Descartes: principio de individuación (en catalán), fragmento, y fragmento sobre la claridad y la distinción.
  • Leibniz: establece que las esencias tienen un carácter lógico, se refieren a “todas las proposiciones que son verdaderas de la cosa en cuestión”, de manera que, dado que cada cosa ocupa un espacio diferente, es improbable que dos cosas sean exactamente iguales. Éste es el principio de identidad de entidades indiscernibles (Russell, Historia de la Filosofía, RBA, pág. 515), llamado también principio de Leibniz, aunque algunos pensadores antiguos ya lo habían referido, como Séneca. Hace referencia a la cuestión de la inexistencia de dos entidades iguales, exactamente iguales. De todas formas, Leibniz intentó clarificar la cuestión con mayor profundidad. Según éste, no hay dos seres reales que sean indiscernibles (inseparables, confundibles), sería absurdo que hubiese dos seres iguales, pues si así fuera “uno no importaría más que el otro y no habría razón suficiente para elegir uno más que el otro” (Ferrater). Pero, ¿cómo se distingue un individuo de otro si son iguales? ¿Cómo se da la individuación? Para Leibniz, las diferencias externas  (ubicación en espacio y tiempo) no son suficientes, ha de haber un principio interno de diferenciación, pero en abstracto no se puede excluir la existencia de dos entes indiscernibles. Kant, no obstante, consideró que en el mundo fenoménico son suficientes el espacio y el tiempo para diferenciar dos objetos. Desde un punto de vista lógico, se puede alegar que para considerar que dos objetos sean indiscernibles antes hay que haberlos distinguido uno del otro, cosa que parecer llevar a una contradicción. Por lo cual, quizás el principio de entidades indiscernibles carezca de interés, simplemente equivale al principio de no contradicción, pues si dos entidades x e y son iguales, lo que sea verdad de x lo será también de y.
  • Hume: texto sobre la conexión necesaria.


 

La navaja de Ockham, por otro lado, es un principio metodológico de economía del pensamiento, según la fórmula clásica de Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, es decir, no deben multiplicarse (aumentarse) las entidades más de lo necesario, dadas dos formas (descripciones, análisis, etc.), debe preferirse aquella que requiera menos conceptos, reglas o supuestos. O lo que es igual, no deben introducirse más realidades de las que son necesarias para dar cuenta de un fenómeno o un proceso (epistemología, metafísica), o también que no deben emplearse más conceptos (reglas, principios, supuestos) de los que son estrictamente necesarios para llevar a cabo una demostración o explicación (lógica, matemática). En resumen, que, dadas dos o más opciones posibles de una realidad, proceso o fenómeno, hay que elegir la más simple, la que use el menos número posible de conceptos.

No obstante, aunque la fórmula se atribuye a Ockham, en realidad no se encuentra en los textos de Ockham, según Ferrater, sino en versiones similares: “no debe introducirse innecesariamente una pluralidad” o “es vano hacer con más lo que se puede hacer con menos”. Todo ello se relaciona con el principio ockhamiano de que nada debe afirmarse sin una razón suficiente.

Según Ferrater Mora, la navaja de Ockham es admitida por casi todos los filósofos y científicos, incluidos aquellos que no la aplican. Se refiere a Avenarius (epistemología), Mach (física y epistemología) y Russell (lógica matemática). Pero en Russell, la navaja de Ockham no es una especie de plan de economía, ni un medio para un fin, sino algo más, es una pasión.



BIBLIOGRAFÍA

Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía

Russell, Historia de la Filosofía (RBA)

Russell, La evolución de mi pensamiento filosófico (Alianza)


 

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