MARY WOLLSTONECRAFT Y LA DEMOCRACIA

 


Conocida por su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1791, publicada en 1792), rara vez es considerada como una pensadora de importancia dentro de la teoría democrática, a pesar de sus aportaciones.

Las bases de su pensamiento político son unos cuantos principios aceptados por la mayoría de quienes se han opuesto al despotismo y la arbitrariedad política, en los márgenes de la concepción ilustrada:

  • Confianza en la razón humana.
  • Progreso a través del conocimiento y la experiencia.
  • Derecho a organizarse los seres humanos de acuerdo con la razón y la moral.

Estudia la naturaleza de las interconexiones entre los reinos de lo público y lo privado, contribuyendo al análisis de las condiciones que posibilitan la democracia entendida como un sistema al servicio del desarrollo ético y político de la persona (democracia desarrollista).

El ámbito de lo público no puede darse sin las condiciones privadas no son favorables, señala Wollstonecraft. La democracia, en este sentido, depende de que haya un cierto nivel de riqueza, y será viable a partir de ese cierto nivel. Al contrario que los pensadores liberales, que deciden proteger a los que se encuentran dentro de ese margen de riqueza (los propietarios), Wollstonecraft opta por ampliar el margen, dando prioridad a la igualdad y a la protección contra la pobreza, para que sea mayor el numero de ciudadanos dentro del sistema, posibilitando entonces una mayor participación. Propone una reestructuración de las relaciones públicas y privadas para dar cabida a los dos sexos, pues no se da lo uno sin lo otro.

No obstante, la ampliación de los derechos de participación política, aunque en sus manos se extiende ya al sexo femenino, se limita sin embargo a las clases medias propietarias (sigue siendo censitario), según se desprende de alguna de sus consideraciones sobre los pobres y las mujeres de bajo estrato.

Wollstonecraft se distingue de la mayoría de los pensadores de su época en que no acepta la marginación política de las mujeres (en esto comparte posición con Condorcet y pensadores más radicales, como Paine y Godwin). Su posición se enfrenta al naturalismo marginador de la tradición clásica.

 

FUENTE

David Held, Modelos de democracia. Madrid, Alianza, 1991, pp. 95-109.

 

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