INTRODUCCIÓN A LA OBRA DE ARISTÓTELES
La
obra aristotélica es amplísima, formando en su conjunto una vasta
enciclopedia, de la que se desconoce la mayor parte de las obras
expresamente publicadas por el autor. Sólo el Corpus
Aristotelicum ha llegado hasta nosotros, pero estos escritos son
notas de Aristóteles no preparadas para ser publicadas, sino para
ser leídas en sus clases y luego discutidas en debate abierto, para
finalmente ser mejorado el texto después de cada curso.
Existen
numerosos catálogos de las obras aristotélicas, realizados por
peripatéticos y comentaristas posteriores. Andrónico de Rodas, en
la segunda mitad del siglo I a. C. (entre los años 60 y 20 a. C.),
es el primer editor de las obras, y el que les da el orden hoy
conocido y los títulos, ambas cosas arbitrariamente;
según otros autores, antes de la de Andrónico hay por lo menos dos
ediciones alejandrinas, aunque parciales (obras biológicas),
conservadas en las bibliotecas de Alejandría y Pérgamo, y luego
perdidas. Andrónico había partido de las copias realizadas a
principios del siglo I sobre los manuscritos originales.
Aristón
de Chios (siglo III a. C., anterior por tanto a Andrónico), estoico
y peripetético, fue el primero en elaborar una lista de las obras de
Aristóteles, y Diógenes Laercio hace un catálogo de 146 títulos
basándose en ella; y Ptolomeo el-Garib redacta otro catálogo
siguiendo a Andrónico y a Laercio.
También
hay un catálogo de origen desconocido, llamado el Anónimo.
Finalmente, del siglo VI data un catálogo de 196 obras, llamado Vita
Menagiana.
De
estos catálogos, solo se conservan tres:
- Diógenes Laercio, Vida, doctrinas y opiniones de los filósofos ilustres, libro V; registra 146 títulos.
- Hesiquio de Mileto, Vita Menagiana; contiene 192 títulos, 132 de los cuales ya los registra Diógenes.
- Ptolomeo el-Garib, autor de un catálogo luego transmitido por varios autores árabes en el siglo XIII; reproduce el catálogo de la edición de Andrónico.
La
conservación del Corpus, tal y como se la explicaban los
antiguos, queda expuesta en la Geografía XIII 1, 54, de
Estrabón, y en Sila XXVI, de las Vidas paralelas de
Plutarco; se trata de una explicación poco fidedigna aunque
interesante desde el punto de vista humano. Aristóteles dejó sus manuscritos bajo la custodia
de su sucesor en el Liceo, Teofrasto; de éste pasaron a Neleo (Nileo
Escepsio), que a su vez las dejó en manos de “hombres oscuros e
ignorantes”, esto es, ajenos a la escuela. Por lo visto, estos
escondieron las obras en una cueva de Skepsis, para protegerlas del
ardor bibliófilo de los Atálidas. Un oficial amante de los libros,
Apelicón de Teos (Atelycon de Teyo, según Plutarco), las descubrió
y las llevó a Atenas, haciendo copiar nuevamente los manuscritos. Y
Sila, durante el tiempo que estuvo en Grecia a causa de la guerra
contra Mitrídates (hacia el 86 a. C.), sublevado contra el poder de
Roma, “se apropió de la biblioteca de Atelycon de Teyo, en la que
se hallaban la mayor parte de los libros de Aristóteles y Teofrasto,
poco conocidos entonces de los más de los literatos. Dícese que
traída a Roma, Tiramión el Gramático corrigió muchos lugares, y
que habiendo alcanzado de él Andrónico de Rodas algunas copias, las
publicó, siendo éste también quien formó las tablas que ahora
corren” (Plutarco, Sila XXVI). Cabe añadir que durante la
conquista de Atenas, en el 86, Sila arrasó buena parte de la región,
taló los árboles de los bosques cercanos, incluyendo los que
abundaban alrededor de la Academia, y destruyó las instalaciones del
Liceo (Plutarco, Sila XII). Cabe concluir, pues, que los
libros de Aristóteles pasaron de Atenas a Roma por obra de Sila, que
los tomó como botín de guerra, y allí fueron revisados por el
gramático Tiramión, a quién Andrónico compró una copia de los
tratados para luego publicarlos entre los años 40 y 20 a. C., y a
partir de estas copias estableció el orden de los libros
aristotélicos. Es importante resaltar que, con la publicación del
Corpus decreció el interés por las otras obras de
Aristóteles, publicadas durante su vida, de ahí que éstas hayan
acabado perdiéndose. En general, el Corpus de la impresión de mayor
completud y ser definitivo. Entre la edición de Andrónico y el fin
de la Edad Media, se pìerden todas las pistas, y sólo se conservan
manuscritos de los siglos XIV y XV, aparte de la traducción latina
de Moerbeke, del siglo XIII. Los manuscritos conservados se dividen
en dos grupos o familias:
GRUPO
1: manuscrito M, conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán; y
manuscrito P, conservado en la Biblioteca Nacional de París; y el
texto de Moerbeke.
GRUPO
2: veinte manuscritos; los mejores son el Q y el R, conservados
también en la Biblioteca Nacional de París.
Los
estudios sobre los manuscritos conservados avalan la idea de que los
textos aristotélicos han de atenerse al contenido de los dos grupos
de manuscritos.
Muy bien explicado.
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