EL CRITERIO DE VERDAD EN DESCARTES
Esa
primera verdad hallada, el cogito, Descartes la caracteriza como modelo
y fundamento de la certeza: dado que la ha encontrado de forma clara y
distinta, la claridad y la distinción se convertirán en el criterio general de
verdad o de certeza para la filosofía cartesiana (en el inicio de Med.
III, págs. 131-133).
Inmediatamente
establece que este criterio de verdad está sujeto a la posibilidad de error
bajo el influjo del genio maligno, es decir, que algo puede parecerme claro y
distinto y sin embargo ser falso. Esto significa que sólo puedo tomar como
punto de partida cierto el hecho de pensar, el cogito, pero no los
contenidos de ese pensamiento, por muy claros y distintos que me parezcan. Sólo
puedo estar seguro de que poseo estados mentales, ideas, sensaciones,
sentimientos, deseos y temores, que es cierto que veo un color azul si lo veo,
e incluso si lo sueño, pero no puedo ir más allá de eso que aún forma parte de
mi (idealismo subjetivo, solipsismo). Para ir más allá y superar todas las
posibilidades de error, hay que neutralizar al genio maligno, tal será la
piedra de toque de la parte constructiva de la reflexión cartesiana.
Claridad
- La claridad se define como aquello que es dado sin oscuridades, a la luz de la razón o del pensamiento.
Distinción
- La distinción se define como la posibilidad de concebir sin confusiones entre las diferentes partes de lo concebido, es decir, pudiendo separar las partes con claridad y alcanzando una idea unitaria de lo concebido.
Prevención y precipitación
A todo
ello, Descartes añade estas recomendaciones:
- Evitar la precipitación, es decir, aceptar como verdadero lo que aún no es evidente, es decir, claro y distinto; es equivalente a aceptar una idea confusa por exceso de confianza, tomándola por clara y distinta. Es lo opuesto a la prevención.
- Evitar la prevención, es decir, lo contrario a la precipitación, esto es, negarse a aceptar una idea que es evidente, clara y distinta.
Las fuentes del error
El
conocimiento correcto depende del concurso de tres factores (Med. IV,
págs. 151-152):
·
La facultad de conocer, o entendimiento.
·
La facultad de elegir, o voluntad.
·
La memoria y la imaginación, que son limitadas.
¿De
dónde provienen, pues, los errores? La respuesta de Descartes es que la
voluntad nos conduce al error cuando no se contiene en los límites del entendimiento
y se extravía, elige lo falso en lugar de lo verdadero como un acto de
precipitación (Med. IV, pág. 153). Es importante señalar el carácter
psicológico del asentimiento ante la verdad que se manifiesta ante nosotros: la
verdad o la mentira reconocidas no generan indiferencia, sino que inclinan la
voluntad hacia ellas, para asentir o para negar. Dada la facilidad con que la
mente humana se precipita en el error, por no reconocer correctamente la verdad
(por exceso prevención), Descartes propone la indiferencia cuando la
verdad no sea apreciada con perfecta claridad. Se trata de contener la voluntad
dentro de los límites del entendimiento (Met. IV, pág. 154).
De
todas formas, el error es compatible con el origen divino de la facultad del
entendimiento porque el error es una privación, una forma de no ser derivada de
mi precipitación en el uso de mi voluntad de elegir el error o la verdad ante
juicios temerarior (Med. IV, págs. 154-155).
Las demostraciones
En sus
respuestas a las objeciones recibidas, Descartes establece dos maneras de
demostrar (Al., pág. 125):
- Análisis o resolución: camino por el que una cosa o idea ha sido construida o generada (definición operacional). Es poco convincente.
- Síntesis: demostrar lo contenido en la conclusiones desde axiomas y definiciones, como hacen los geómetras, es decir, la demostración deductiva, que es la más completa y convincente según las reglas de la lógica.
Descartes
ha seguido en sus Meditaciones el método analítico, porque en el terreno
de la metafísica es difícil partir del establecimiento de axiomas, y por eso ha
preferido un camino más operativo, es decir, la duda metódica.
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